Un anciano avaro acosado por un criado suspicaz. Una doncella en apuros por culpa de un joven alocado. Un dios perdidamente enamorado de la esposa de un mortal. Estos son los conflictos básicos con los que Plauto, el autor teatral favorito de los antiguos romanos, divirtió a su público con La olla y Anfitrión.