En esta relectura de la historia de Caín y Abel, Joaquín Monegro, un preocupado observador de la sombría pasión que lo devora, registra en sus Memorias sentimientos comunes a todos los hombres: el temor de no ser aceptados por los demás, la competencia desgastante, la necesidad de resultar “exitosos” y, por fin, la duda sobre la posibilidad de amar verdaderamente a alguien.